Archive for diciembre 2012

QUITAPENAS: las recetas y los libros que me levantan el ánimo


Cuando la vida se me antoja demasiado compleja o incomprensible, cocino. Mezclar ingredientes, explorar sabores, tiene algo de simpleza primitiva, de vuelta a la niñez. Y si el resultado de este particular tipo de alquimia es, además, rico, reconforta el cuerpo y el alma al mismo tiempo.
A veces basta con un aroma. El olor a pan casero, recién hecho, es un abrazo. El pollo al horno, consuela. Pero hay dos recetas que preparo cuando necesito volver a mi eje: la de la Torta mexicana de limón y lima (instrucciones, al final de la nota), y la de la Torta de los 80 golpes (las recetas varían, una opción aquí y otra al final del artículo). Son mi terapia culinaria por excelencia.
La torta mexicana es una especie de bizcochuelo muy seco, que se humedece con almíbar de limón y se come acompañado con helado o crema.  Hacerlo requiere de cierta dosis de trabajo y atención. No demasiada, pero si uno se deja llevar por pensamientos ajenos al accionar concreto que la receta reclama, o se raya un dedo, o las almendras salen disparadas por la cocina. Sí: para hacer esta torta hay que pelar y tostar 150 gramos de almendras y rayar unos cuantos limones y limas. Seis, para ser exacta. Por eso, es una buena receta para despejar la mente, al menos por un rato. Pero, para pensar a lo grande y descargar furia, nada mejor que la Torta de los 80 golpes. Obliga a aporrear la masa con fuerza contra la mesada tantas veces como lo necesitemos (quiero decir, como lo necesite la masa: al menos 80 golpes, tal cual indica su nombre).
Así como tengo mis recetas quitapenas, también tengo mis lecturas. Cuando la tristeza es mucha, vuelvo a ciertos libros como quien regresa al hogar. Historias leídas y releídas, que me resultan entrañables por diferentes motivos. Sus personajes son viejos amigos que siempre me están esperando. Para cambiar el ánimo, vuelvo a seguir los pasos de La Maga a lo largo de la queridísima Rayuela; viajo a Terramar y me reencuentro con Gavilán y con Tenar; busco a Dulkancellín, a Cucub, a Wilkilén en los Confines; paseo por Diomira o por Fedora (prefiero evitar Zemrude), de la mano de Calvino; o -con estupor y temblores- me lanzo desde la ventana junto a Amélie, para apreciar Japón desde las alturas. Y si mi ánimo, por esas cuestiones de la vida, se me revela oscuro y feroz, entonces vuelvo a recitar el inicio de Cantos de Maldoror, casi como una plegaria:
"Ruego al cielo que el lector, animado y momentáneamente tan feroz como lo que lee, encuentre, sin desorientarse, su camino abrupto y salvaje, a través de las desoladas ciénagas de estas páginas sombrías y llenas de veneno....".
Un par de líneas de Lautréamont me bastan para que mi alma recupere su deseo de huir hacia sitios más felices. Y si tampoco funciona, queda, por supuesto, escuchar música, bailar y beber.


Quitapenas de yapa:

Música: Pearl, de Janis Joplin.
Bebida: mojito o caipirinha.
Y chocolate, siempre.


Click en "Más información" para ver las recetas.

Con la tecnología de Blogger.